Tuve que colocar esta foto para que mis audaces lectoras -y escépticos lectores- acrediten las historietas que voy a comenzar a narrar.
Los hombres me van a odiar, me difamarán, dirán que es una foto trucada, que eso es photoshop, pero no, no hay retoque alguno. Soy demasiado vanidoso como para retrucar lo que tan orgullosamente porto.
Mis historias son todas absolutamente ciertas y cuanto más inverosímiles parecen, más reales son.
La idea de este blog proviene de tanta gente que me hincha las pelotas por hacer uno. La última que me ha carcomido la cabeza para que haga uno ha sido mi novia, así que a ella le dedico este compendio que paso a narrar.
En la foto se me ve alucinado, con la clásica cara cliché del psicópata violador. Era otra novia que me sacó la foto, luego de haberla poseído tres veces en una noche, se aproximaba el cuarto polvo, y estaba tan al palo que le pedí que me sacara una foto.
Me asombra a mí mismo la foto. ¿Ése soy yo? ¿Ésa es mi cara? ¿Ésa es mi pija? ¡Qué pija! Merece el estrellato pornográfico.
Siempre me dije que si a los 30 no había llegado a nada, me dedicaría al porno o a la política. La política es demasiado sucia y el porno se ha convertido en nuestra legítima cultura. ¿Qué no es porno hoy en día? ¡Lo aburrido! Lo que no sea porno, tiene que volar por los aires, estallar, hacer mucho ruido, tener muchos efectos especiales, o moscas revoloteando entre panzas infladas de aire. La insensibilidad ha tomado posesión de todas las mentes televisivas, y el porno es el último eslabón de la cultura, la verdadera cultura, la que no transige con ningún subsidio, ni se somete a ningún concurso, ni tiene más pretenciones que unos buenos wascasos en la cara... Ayer mi novia descubrió el placer de ser eyaculada en la carita. Antes de conocerme ni siquiera tragaba leche, ahora me pide que le acabe en la boca periódicamente, y yo me enloquezco cuando llevo media hora sudando como un toro y comienza a sacar la lengua, implorándome que la llene de semen. Me gusta que pone esa vocecita de putita que tan bien saben poner las mujeres cuando gozan y quieren hacer gozar a su macho. Le enseñé lo básico para ponérmela más gorda: “dale duro a tu putita”, “llenáme de lechita”, “quiero todo tu semen calentito”, “reventáme la concha”, “quiero que me dejes bien rotita”, “soy tu sierva, tu esclava, violáme bien violadita”... y ya se me pone duro el trozo de leer estas frases que me implora todos los días.
En la cama se desatan todas nuestras verdaderas pasiones, se demuestra nuestro verdadero ser, sin las caretas del día a día, ¡las caras largas del subte! Yo soy su Toro, su Macho, su Dueño, su Amo. Un Amo que muchas veces me pregunto si no seré el esclavo y me gusta engañarme conque soy el Amo. ¿Puedo estar sin ella? Sí, con otras. Sólo con otras puedo pasar el tiempo sin ella. Y cuando estoy con otras, pienso en ella, la extraño, fornico diferentes caras, y al cerrar los ojos me imagino que ella me pide la lechita en la boca... Esto me sucede desde mi primera novia, allá por los 17 años... también me decía que con semejante pija debía hacer porno. Además que tantas mujeres me he cojido en el mundo (177, sin contar prostitutas, ni mamadas ni aprietes), tantos videos caseros he hecho, que, ¿qué sentido tiene ocultar lo que todos saben, empezando por mi madre?
Uno tiene que ser sincero con uno mismo y con los demás- Yo no puedo evitar, como dijo Chaplin, ver una mujer hermosa sin pensar en poseerla. Y así son todos los hombres, por eso celo a mis hermosas. Los hay que no son así (les gusta creer a las ingenuas de las mujeres monógamas), y esos no son hombres. ¡Qué reprimido tiene que estar el hombre para al ver a una mujer hermosa no desearla! Sólo en Europa existen esos casos, allí la civilización es tan avanzada que las mujeres hermosas se pasean desnudas en la playa y vuelven aburridas y deprimidas a sus casas. ¡Venid a Buenos Aires! Aquí es barato y encontrarán la mejor carne. Diversión asegurada, placer garantizado, y siempre está el Interior, ese ignoto terreno adonde los porteños no son queridos, conociendo su bien merecida fama de garcas, y los paisajes aún son hermosos, todavía no se han convertido en soja o en minería abierta. En el Interior existe una ciudad llamada Rosario, adonde hay 7 mujeres por hombre en la calle, y 8 de cada 7 son hermosas. Sí, es asombroso, yo siempre escuché la leyenda de Rosario y a mis 19 años fui a constatarla. ¡Me volví loco! ¡Estaba todo el día al palo! Era cosa sólo de salir a la calle, sentarse y observar. ¡Qué mujeres! ¡Un paraíso! Afortunadamente la primera noche que llegué fui al bar Berlín y allí conseguí a una hermosa morocha que me apaciguó un poco mi breve estancia de tres semanas.
Siempre he querido volver a Rosario, como siempre he querido volver a Río de Janeiro... Río... ¡oh, palabras mayores! ¡Los CULOS más maravillosos del mundo! Recuerdo subirme al bondi e inmediatamente tener una erección.
Uno de mis mayores problemas es que casi no me masturbo. Me parece deprimente. Lo hago tan sólo si han pasado 4 días sin que fornique y por no tener polución nocturna.
Pero si pasan 4 días sin que fornique salgo de cacería. El baile es un arma casi infalible, al verte bailar bien la mujer imagina que la poseerás bien y se excita. Aprendí a bailar así, sabiendo que si me movía bien esa noche garcharía. Y así es. No tiene mucho secreto. Una pizca de coraje y te la echas encima como un tigre.
No obstante, las mejores cacerías son las espontáneas. Las que suceden en un colectivo, un subte, un avión, la calle. Me encanta levantar minas de la manera más natural: charlando con ellas. La seducción es la parte que más me calienta, aún me pongo nervioso cuando doy un primer beso y no hay estupefacientes de por medio. Me gusta dar besos apenas conozco a una chica que me gusta. La miro a la boca, hago que mire mi carnosa boca, me sale un brillo lascivo por los ojos que se transmite a ellas, las enciende, y en el momento que siento oportuno -porque no todo momento es bueno- me lanzo a comerle la boca. El elemento sorpresivo es fundamental, ella lo tiene que desear, pero no esperar. Cuando mira un instante a otro sitio que no soy yo o cuando sus manos está ocupados en otra cosa, aprovecho para lanzarme a su boca.
Me calienta mucho levantar mujeres, tanto que me he dedicado la mitad de mi vida a levantarlas y cojerlas, habiendo llegado a un grado de perfección tal que me doy el lujo no sólo de rechazar mujeres, sino de rechazarlas antes de que ellas sepan que si yo quisiera serían mías. Muy pocos hombres se atreven a decir esto, porque muy pocos hombres tienen este poder. Y teniendo este poder, ¿para qué necesita uno otra cosa? No me interesa tener un trabajo estúpido por dinero, ni me interesa ganar dinero haciendo algo que no me guste, ni tengo horarios, ni jefes, ni me callo lo que pienso. ¿No soy un Príncipe? Mi hermano me dice que debería vivir en Arabia Saudita, adonde pueda tener mi harén legalmente. Es que soy insaciable. No me canso de cojer (se escribe con jota cuando es fornicio del lunfardo), ¡y cuántas hembras hermosas hay en el mundo! Todas ellas putas, y las que no son putas, quieren serlo, y las que reniegan de serlo, no saben que lo son, ¡porque no han tenido a un hombre que desarrolle sus virtudes! Puta en el sentido hermoso de la palabra, no en su vulgar acepción de prostituta. Me apiado de las prostitutas, pobres trabajadoras de su psiquis que han de soportar tanta picha corta, tanto gordo desagradable, tanto viejo depravado, tanto asqueroso pajero. Sí, trabajan más la psiquis que otra cosa. En algo tienen que pensar mientras se aburren de su cliente de turno y el reinado de la fantasía se abre para ellas mientras ajan sus carnes. ¿Pero qué no es prostitución hoy en día? ¿No es prostitución acatar a un jefe boludo, reír los chistes de un superior, permitir injusticias delante de uno con tal de conservar un trabajo? Ni hablar de publicistas, gente de tv, marketing, diseñadores de toda índole... Es el efecto natural del dinero. El dinero somete voluntades y prostituye ideas, deseos, pensamientos. Lo más triste de la prostitución es que la mayoría de los prostituídos no saben que están siendo culeados, ya acostumbrados a este vil sistema de adoración al dinero, ¡y encima refunfuñan moralmente contra la prostitución cuando son sus mayores clientes! Como esos viejos catedráticos, con la cara larguísima que se la pisan, que tienen una respetable esposa, y respetables hijos, y cada tanto van a sus respetadas rameras o, en el peor de los casos, a la iglesia a purgar sus impuros pensamientos y creerse que ellos sí son buenos, correctos, decentes, y... ¡qué risa! ¡Decentes! ¡Cómo se puede ser decente adentro de una iglesia!
Realmente muy cierto lo que dices, hoy día todos nos prostituimos pero a la vez odiamos esa palabra... Saludos!!
ResponderEliminarHoy día y siempre. No idealicemos el pasado... es más, creo que hoy hay más espacio (al menos unas grietas), para poder ser un poco más libre si se saben usar las herramientas.
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